domingo, 20 de noviembre de 2011

Mezclas.

Yo me afeito con cuchilla. Generalmente por obligación, por las circunstancias. Casi nunca por placer, salvo cuando la barba de tres o cuatro días me molesta y quitármela me alivia. Pero hace mucho tiempo que no tengo oportunidad de tener barba de más de dos días.

No entiendo esa cara de satisfacción de las publicidades de espumas, geles y cuchillas de afeitar, aunque si me pagaran por cada vez que me afeito probablemente conseguiría tener esa misma expresión, incluso mejor.

Describiré brevemente el casi obvio proceso: Coloco agua caliente en el lavabo, dejando el bote de espuma en él para que también se caliente. Me lavo la cara con abundante agua, me coloco una abundante capa de espuma y mientras hace efecto hago otras cosas que me abstendré de comentar.... Pasados unos minutos me paso la cuchilla a contrapelo y es rara la vez que no me corte. El lado derecho siempre me da más problemas que el izquierdo y aún no sé porqué.

Al concluir, en el lavabo hay una pasta indescifrable de pelos, agua y espuma, cuyo aspecto (me) produce una cierta repugnancia. Para evitar agredir al siguiente usuario del baño, desaguo y enjuago el lavabo. Cinco minutos antes aquellos mismos elementos estaban separados y no me causaban ningún rechazo. ¿Qué ha pasado? ¿Porqué separados sí y mezclados no, si ni siquiera han perdido sus propiedades ni se han descompuesto en algo oloroso o putrefacto...? Es como lo que decía Seinfeld sobre el asco que nos produce un pelo en la sopa, mientras que si está en la cabeza lo cuidamos, lo acariciamos o lo besamos.

Sospecho que algunas mezclas, algunas combinaciones, nos producen un rechazo irracional. Esto es especialmente peligroso cuando se habla de personas, tanto en este sentido como en el inverso. Es decir, que porque nos guste algo de una persona demos por buenas todas sus propuestas y actitudes, lo cual se convertiría en una aprobación irracional. En todo caso siempre está presente lo irreflexivo.

Reconozco mi racismo hacia ese engrudo del post afeitado flotando indecentemente en el lavabo, hacia la leche derramada en la cocina, los potitos que se recalientan en el microondas y lo salpican todo, las toallas sucias y la ropa interior de desconocidos, los restos de mantequilla o mayonesa en la nevera... y no sigo... por si acaso.

Creo que es posible que algunas actitudes de discriminación tengan que ver con este rechazo a las mezclas. Quizás tan irracional como eso, es la aceptación sin más de cualquier modelo sólo porque lo propone algo o alguien que tiene una cualidad que nos resulta atractiva. Lo cotidiano nos da tantos ejemplos que citar uno sería ofensivo.

Sugiero pues, que las mezclas en general son, como mínimo, interesantes. Otra cosa es cómo las miremos o las cualidades de cada una de sus partes. Puede que aceptar o rechazar en primera instancia cualquier propuesta no sea el camino más lógico hacia una elección certera.

"Contamíname, mézclate conmigo" decía Pedro Guerra. Me pregunto cómo se afeitará....

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