lunes, 5 de diciembre de 2011

Ellos son más.

Los que nos atropellan. Los que nos agreden. Los que nos ensucian. Los que nos insultan. Los que nos juzgan.

Los que nos matan.

Ellos son más.

Los que son capaces de ir a la guerra con palos y piedras por un trapo de colores de una secta, de un equipo de fútbol, de una teoría absurda, arriesgando su integridad física y su vida, pero se acobardan ante la necesidad ajena.

Los que defendiendo una utópica idea de moral, religión o creencia, se llevan por delante a quien no suscriba sin preguntas todos y cada uno de sus dogmas.

Los que no conocen otro lenguaje que el de la violencia hasta para lo trivial, y expresan el triunfo de su prepotencia en términos de violación, como si un eventual triunfo sólo pudiera expresarse en términos contradictoriamente sexuales.

Los que se dicen creyentes sólo para autoconvencerse que nada malo les pasará, pero no tienen en cuenta que ellos son la causa de muchos males de los demás.

Los que no son capaces de disentir sin agredir, simplemente argumentando y aportando ideas, y se parapetan detrás de los insultos que buscan destruir al íntegro y extinguir al débil.

Los que no se paran a pensar ni siquiera un segundo por día que a lo mejor están equivocados, engañados, ciegos, y que los están usando para un fin muy alejado del que ellos creen perseguir.

Los que nos mienten con un desparpajo que encandila a los desesperados, los ignorantes, los necesitados, y los usan para su propio y exclusivo beneficio.

Los que se apropian de los sueños de los demás y hacen negocios con ellos, sin que los verdaderos autores participen en ningún dividendo de ninguna clase.

Los que utilizan la diferencia de cualquier clase para invocar superioridad y descargar su impotencia para vivir en odio hacia lo que no es igual.

Los que nos toman por idiotas. Los que nos dividen. Los que nos manipulan. Los que nos dicen lo que debemos ser, hacer y pensar.

Ellos son más y siempre serán más, porque muchas veces nosotros, a lo largo de nuestra vida, somos ellos. En algún momento salta una chispa dentro de nosotros y reaccionamos contra ellos tal como ellos han actuado.

Nos está permitido equivocarnos. Nos está permitido cometer errores. Pero también sabemos que debemos volver a nuestras vidas, aprovechar lo que hemos aprendido conociendo lo indeseable desde dentro. Y hemos de lograr que muy pocas veces pertenezcamos a la mayoría, de tal manera que en el balance final hayamos estado siempre más frente a ellos que con ellos.

Ellos son más. Nosotros, nos necesitamos.

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