domingo, 11 de diciembre de 2011

De las tragedias domésticas (I).

Una de las situaciones más estresantes en cualquier hogar la constituye sin lugar a dudas el temido atasco en el inodoro.

En los aparatos sanitarios actuales se suele producir una acumulación de agua y restos de variada textura, forma y color que deambulan desorientados buscando su salida, como náufragos a la espera de un rescate que sólo puede venir desde el fondo. Por algún motivo que ni los científicos ni los mediums alcanzan a explicar, la inutilización del inodoro por las causas citadas provoca inmediatamente en los habitantes de la casa así como en las visitas, la necesidad imperiosa de su utilización. Así pues, tratando de ayudar a las familias de buena digestión a combatir este flagelo que atenta contra nuestro natural glamour, vamos a dar algunas pistas de mantenimiento preventivo y correctivo basadas en nuestra sufrida experiencia personal y profesional.

En primer lugar es importante conocer a qué nos enfrentamos. El inodoro o taza sanitaria, no es otra cosa que un sifón de considerables dimensiones, de unos 10 centímetros de diámetro, destinado a recibir materia por uno de los extremos y a evacuarlos por el otro como casi todo ser viviente, empujado por una corriente de agua que lanzada con fuerza ayuda a superar la curva del sifón, como una montaña rusa pero sin las gritos. Ilustremos tan complicada definición con un esquema del modelo europeo en sus dos variantes de salida, evacuación horizontal con salida a la pared, y evacuación vertical, con salida por el suelo.

Los problemas se presentan cuando el material que debe pasar por el sifón se queda atascado por su forma y consistencia, o porque a su vez encuentra un obstáculo previo. A quién no se le ha caído un jabón o un bolígrafo dentro del inodoro y por asco lo ha dejado allí pensando que no pasaría nada. Pero el objeto que inicialmente no estaba destinado a ser arrojado a un sitio tan infame se reserva una venganza terrible. Cuando lleguen los naturales destinatarios de aquel pasaje, se aferrará al punto de estrangulamiento y no cederá por las buenas, bloqueando el viaje final de aquellos alimentos que han sufrido lo suyo para poder al fin descansar en paz. En estos casos, conviene enconmendarse a la diosa fortuna e intentar remover el objeto que obstruye la salida realizando la retirada del mismo. Con esto, lo que queremos decir es que no se trata de empujarlo para que pase, sino que el primer y más sano intento será tratar de retirarlo y si la circunstancia lo amerita, pedirle disculpas. Para tal cometido (el de la retirada, no el de las disculpas) se sugiere la utilización de un alambre en forma de gancho que permita una cierta capacidad de maniobra en el sentido horizontal pero que sea lo suficientemente rígido para que el gancho no se abra al pillar el obstáculo. Si desafortunadamente se ha detectado la causa del atasco después de la utilización del inodoro y uno debe lidiar con elementos que jamás sospecharía suelen alojarse en nuestro interior, para evitar traumas sicológicos de difícil superación es aconsejable retirar todo el producto para poder maniobrar con libertad y objetividad. Hay que reconocer que la presencia de excrementos flotando ante nuestras narices, por muy nuestros que sean, dificulta la concentración.

Si a pesar de contar con la herramienta adecuada el objeto causante del atasco no puede ser retirado tras un número razonable de intentos, se puede intentar empujarlo con algún objeto tipo vara pero con las mínimas garantías de que no se quiebre dentro, porque de lo contrario el problema empeorará aún más... y eso que ya la cuestión es complicada. Si no se alcanza el éxito por ninguna de estas maniobras, no hay más remedio que retirar el aparato para poder acceder a él desde el punto de evacuación. En general, van fijados al suelo con unos tornillos específicos y rejuntados con productos de la familia de los yesos para prevenir fugas de olores o entrada de agua en la parte inferior. La operación no es complicada, pero requiere una gran fuerza de voluntad, un ánimo bien dispuesto y un estómago a prueba de sorpresas. Llegados a este extremo, es casi indispensable retirar todo el.... agua... del aparato para que cuando se suelte de su desagüe el baño no se convierta en una especie de escenario tipo Indiana Jones.

Ahora bien, hay un atasco aún más terrible, triste y vergonzoso, que es el que se produce por causas naturales. Nos estamos refiriendo a aquellos en los que no hay ningún elemento extraño en el sifón, sino que ha sido usado adecuadamente aunque cabe sospechar una dieta pobre en fibras, frutas y verduras por parte del usuario. Estamos pues ante un caso extremadamente traicionero, ya que el incauto (o incauta) que ha hecho sana utilización del dispositivo no sabe la que se le viene encima.

Como medida preventiva señalaremos en primer lugar que apenas terminado de realizar el sagrado acto intestinal, no se arroje papel al inodoro y se proceda a intentar la descarga del mismo (del inodoro...  no del intestino). Convengamos que después del último esfuerzo cuesta analizar si el producto final es susceptible de complicarnos la vida. En tal caso siempre será mejor prevenir y mentalizarse que antes de arrojar papel hay que hacer la descarga. Puede aplicarse como regla general que a mayor estreñimiento, mayor posibilidad de problemas en el inodoro, lo cual no deja de ser de una lógica aplastante. Si algo ya produjo un atasco en nuestro organismo, podemos sospechar que puede producir otro fuera de él.

Si en el primer intento no se consigue superar el sifón, no hay que desanimarse ni ponerse nervioso/a. Esperar a que el depósito se vuelva a llenar y repetir la operación tres o cuatro veces, observando si el agua desciende a la misma velocidad cada vez o se percibe un aumento de la velocidad. Si el agua va acelerando su paso en cada descarga, estamos en el camino correcto aunque con una preocupante lentitud. Para el caso de encontrarse en su domicilio y contar con los medios necesarios, lo apropiado es arrojar un buen cubo de agua a presión, desde una altura considerable y atacando al melancólico y caprichoso causante del problema donde más le duele: Duro y a la cabeza. Si dispone de una ducha con telefonillo y puede llegar hasta el inodoro, la técnica de ataque tipo bombero también suele dar buenos resultados, aunque hay que tener cuidado con las salpicaduras. Si el enemigo es más terco de lo esperado y sus recursos se le antojan escasos, puede calentar una generosa cantidad de agua (no menos de diez litros) a gran temperatura y arrojarla con toda la violencia posible sobre el bárbaro invasor, cuidando de no quemarse. Si esto no consigue desalojar la salida, habrá que intentar atacar con el gancho reservado a los objetos definitivamente sólidos. En cuanto se consiga la liberación del conducto, debe realizar un par de descargas más, porque es fácil deducir que el recién desalojado, en su despecho, intentará quedarse lo más próximo posible al punto de evacuación, en particular si es de salida horizontal, y convendrá dejarle claro que Ud. es el que manda apartándolo para siempre de sus santos dominios. Una vez conseguido el objetivo, ya puede limpiarse con papel -cosa que no había hecho hasta ahora- y arrojarlo al inodoro, pero debe esperar a que el mismo se moje lo suficiente hasta alcanzar una textura de práctica disolución y pase mansa y suavemente por el recién restablecido sifón, que aún puede tener algún resto adherido en las paredes e intentar retener papel seco o con poca humedad reclutando aliados para su causa.

El problema de un atasco producido por una digestión sufrida y acompañada de una abundante cantidad de papel es que el verdadero causante de la obstrucción se encuentra parapetado detrás de un muro de papel que no está lo suficientemente mojado como para ser disuelto por los ataques del agua. En estos casos se puede utilizar el accesorio conocido como "desatascador" o "sopapa", pero por ser un elemento de indudables características antihigiénicas se suele recomendar algo de paciencia y abundante agua, observando si la velocidad de desagüe se incrementa en cada nuevo intento. Como mal menor, aceptamos el empleo del desatascador, pero no escatime lejía en la limpieza posterior del mismo y enjuague con agua a presión.

Lo realmente grave de estas situaciones es cuando se producen en casas ajenas o lugares públicos, aunque hay algunos desalmados a los que no parece importarles especialmente el tenor de los recados que dejan en los lavabos de bares, restaurantes y similares. Pero cualquier persona de bien, no puede menos que sentirse en un terrible aprieto -nunca mejor dicho- cuando se convierte en la causa de un desaguisado semejante en una casa ajena. Para estos casos, nada como ser precavido.

Antes de la utilización del servicio, haga una descarga y evalúe la capacidad de evacuación del aparato. Si la juzga óptima, ejecute con buen ánimo la tarea y antes de arrojar el papel, realice una nueva descarga. En caso de que estime que el volumen del material que Ud. pretende evacuar puede producir algún problema en la instalación, efectúe una descarga a mitad del servicio y posteriormente concluya la tarea con paz y seguridad. Esto requiere un gran dominio de sus emociones, pero le ahorrará muchos disgustos. No abuse del papel y repita el procedimiento de hacer descargas controladas. Respete al posible enemigo y él lo respetará a Ud.

Por el contrario, si al hacer la primera descarga de evaluación Ud. detecta que el caudal no va a ser suficiente para garantizar el éxito de la faena, le recomendamos que advierta a los dueños de la casa sobre un posible obstáculo dentro del inodoro. Si ellos juzgan necesaria una intervención, no le quedará más remedio que retener sus ansias hasta que consiga el visto bueno de sus anfitriones. Por el contrario, si ellos desestiman sus advertencias, habrá cumplido con la máxima que reza "el que avisa no es traidor", y le será más fácil conseguir apoyos para una eventual operación de desatasco.

Ni qué decir tiene que el tema aún amerita algunas cuestiones dignas de consideración, tales como qué hacer cuando se cae un objeto de valor dentro del inodoro en el mismo momento en que se acaba de hacer uso de él, prevención y neutralización de la aparición de arte rupestre en las tazas modernas, la traicionera micción bífida, táctica y estrategia del uso de la fregona en cena de gala y otros asuntos no menos interesantes, pero nos hemos querido ceñir en especial a la circunstancia que bloquea la utilización de tan vilipendeado y sin embargo imprescindible artilugio hogareño. En horas más eruditas retomaremos el tema incluyendo además interesantes aportes de la ciudadanía en general.

Y ahora, si me disculpan tengo algo que hacer...


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